Si nos tuviéramos que creer todo lo que se
dice en los programas presuntamente divulgativos, resultaría que por las calles
españolas sólo hay drogadictos, gente que está mal de la cabeza, gente rica en
ricas casas, gente a la que le embargan la vivienda, niños malcriados, jóvenes
que ni estudian ni trabajan, o gente incapaz de vivir en sociedad. ¿Nos
sentimos representados la inmensa mayoría de la gente en esos programas? Claro
que no. De lo que se trata en esos programas de televisión es de mostrar las cosas
que se salen de lo normal. A nadie le interesa la vida de una persona que se
levanta cada mañana a las 7 de la mañana para ir a trabajar y si va después a
comprar, estar con los niños o hacer las labores domésticas. De lo que se trata
es de hacer un reportaje con cosas y casos cuanto más distinto de la vida de la
mayoría mejor. Tú estás delante de tu televisor viendo a gente pincharse, traficando con
drogas, viendo a gente que vive en pisos o viviendas que se aguantan de pie por
puro milagro, con insectos, bichitos y roedores
compartiendo la morada o viendo a gente millonaria malgastar el dinero que a
tanta gente le falta en gastos superficiales. Son los polos opuestos, los más
ricos y los más pobres, y estos programas están dirigidos a los que ni son
ricos ni pobres de solemnidad.
No se corre ningún riesgo mientras ves por
televisión trapichear con drogas, pasar por zonas peligrosas, ver el interior
de una casa que está a punto de caer o apuntalada. Nos entretiene ver las
dificultades de la gente sin recursos, o la superficialidad de la gente
adinerada. Sin embargo, aunque se encuentren lejos de nuestras situaciones, estas personas y estas circunstancias existen. Pero contar una parte de la verdad ¿es contar la verdad?
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