dimarts, 25 d’octubre del 2011

Hay tantas verdades como personas en el mundo.


   Si nos tuviéramos que creer todo lo que se dice en los programas presuntamente divulgativos, resultaría que por las calles españolas sólo hay drogadictos, gente que está mal de la cabeza, gente rica en ricas casas, gente a la que le embargan la vivienda, niños malcriados, jóvenes que ni estudian ni trabajan, o gente incapaz de vivir en sociedad. ¿Nos sentimos representados la inmensa mayoría de la gente en esos programas? Claro que no. De lo que se trata en esos programas de televisión es de mostrar las cosas que se salen de lo normal. A nadie le interesa la vida de una persona que se levanta cada mañana a las 7 de la mañana para ir a trabajar y si va después a comprar, estar con los niños o hacer las labores domésticas. De lo que se trata es de hacer un reportaje con cosas y casos cuanto más distinto de la vida de la mayoría mejor. Tú estás delante de tu televisor  viendo a gente pincharse, traficando con drogas, viendo a gente que vive en pisos o viviendas que se aguantan de pie por puro milagro, con insectos,  bichitos y roedores compartiendo la morada o viendo a gente millonaria malgastar el dinero que a tanta gente le falta en gastos superficiales. Son los polos opuestos, los más ricos y los más pobres, y estos programas están dirigidos a los que ni son ricos ni pobres de solemnidad. 



No se corre ningún riesgo mientras ves por televisión trapichear con drogas, pasar por zonas peligrosas, ver el interior de una casa que está a punto de caer o apuntalada. Nos entretiene ver las dificultades de la gente sin recursos, o la superficialidad de la gente adinerada. Sin embargo, aunque se encuentren lejos de nuestras situaciones, estas personas y estas circunstancias existen. Pero contar una parte de la verdad ¿es contar la verdad? 

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