Pero llega un día en que al señor vecino no se le ocurre otra cosa que aprovechar las vacaciones para ponerse a hacer obras en casa, o a hacer bricolaje en el patio, o a dedicarse a cortar el césped de su jardín, o a hacer cualquier cosa en la que sea imprescindible conectar una máquina (ruidosa) eléctrica a un enchufe, y nos fastidia las siestas tras las comidas o, como acostumbra a ser el más madrugador del barrio, a despertarnos a primera hora de la mañana, donde sólo le falta gritar "Buenos días Barrio, ya estoy aquí".
Si el vecino que tengo al lado leyera estas líneas, le pediría un poquito de respeto para el resto del vecindario, y que deje dormir a determinadas horas, y que no pasa nada si se pone a trabajar un poquito más tarde de las 10 de la mañana. Si padece de insomnio, lo siento, pero no tengo la culpa.
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