dissabte, 30 d’abril del 2011

Sobreexplotación de recursos

En la edición de hoy de la Vanguardia viene un interesante reportaje acerca de la sobreexplotación de los recursos de la naturaleza, causando el deterioro de los ecosistemas naturales en varios lugares del planeta. Cita los ejemplos de la minería argentina, donde la extracción de oro y cobre conlleva el vertido de residuos a la laguna de las Termas de Río Hondo; también trata los cultivos para etanol en Kenya, donde no tienen reparos en transformar el delta del río Tana en campos de caña de azúcar para fabricar etanol; otro caso es el de los herbicidas en campos de soja, donde se han destruido bosques naturales y la expulsión de indígenas; por último, el caso de los daños producidos por la extracción de uranio de las minas de Namibia (un país seco), donde se derrocha agua y los residuos contaminan las fuentes.

En este mundo que Dios nos ha dado, tenemos recursos suficientes para satisfacer nuestras necesidades. Sólo hace falta un reparto justo de todos esos recursos. Si no viviéramos en un mundo donde hemos hecho del dinero nuestra principal necesidad, todo sería más equitativo, más justo, menos conflictivo... Los que vivimos en el Primer Mundo (sic) ya nos encargamos de conseguir los recursos, pasando por encima de cualquier obstáculo, que para eso ya están los países menos poderosos tecnológicamente, a los que podemos expoliar tranquilamente. Ellos tienen la materia prima, y nosotros la tecnología y el dinero para extraerla.

En Argentina contaminan para extraer oro y cobre, pero ese oro termina en países muy bonitos y verdes como Suiza; En Kenia, el cultivo de caña de azúcar comporta la desaparición de especies animales como los hipopótamos, cocodrilos, leones y elefantes; los herbicidas en campos de soja se aplican en avioneta, rociando con ellos a niños que marcan los campos con banderas para señalar su ubicación; y en Namibia la extracción de uranio provoca problemas de salud a los trabajadores (radiaciones, problemas pulmonares por respirar polvos, escasa fertilidad de las mujeres...).



Estamos destrozando el planeta y con ello a nosotros mismos. Un día deberían ir los empresarios, presidentes y ejecutivos de estas grandes compañías a remangarse y ponerse a trabajar como sus empleados en esos campos y minas, quizás así se les puede reblandecer el corazón que ahora deben tener duro como el oro que extraen. Menos mal que es maleable.

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